
Esos sonidos al cielo, entre hielo y golfos; gnomos; y ese espacio delizado entre las profundas y delicadas voces de sus artistas, calman, serenas e ipnotizan al que queda atrapado en su sonido sorround.
La combianción alternativa de la bella Björk y sus cláscicos y las magia en el aire de Múm, la fineza de Sigur Rós y Seabar moldean un rock perfecto con varias segmentos de folk -pop son la combinación perfecta de siglos de música escandinava, influencias del rock, de la sinfonia vikinga. La de los elfos, la de los nativos, esas de los bosques, de los hechiceros y de los cuentos que nunca terminarán.
Las primeras referencias musicales de Islandia datan del año 1000, tras la cristianización de la isla. La antigua Edda era interpretada en un recitativo popular. Los sacerdotes católicos introdujeron la interpretación artística de los cantos eclesiásticos, y después de 1550 se practicó el canto coral protestante. Es característica la ejecución de un núcleo melódico coral con melismática parafraseada, constituido por canciones infantiles y la llamada danza narrativa, así como por poemas heroicos y grandes epopeyas, estas últimas interpretadas por cantantes épicos, que en invierno se desplazaban de una corte a otra.
Es un hecho destacable la práctica organal (quintas paralelas), hoy en trance de extinción. Este arte armónico sólo lo practicaban los hombres y es el único ejemplo de polifoníaislandesa. Los instrumentos folclóricos eran el langspil, provista de trastes (semejante a la cítara de arco langeleik noruega), y la fídula, ambos frotados con arco.